Como estudiante promocional de este prestigioso colegio, mi colegio Rosa de América, quiero realizar mi último trabajo en el taller de Periodismo, hablando de mi alma máter, mi segundo hogar, y lo mucho que voy a extrañar sus pasillos, sus salones, la experiencia con mis compañeras del alma, la sabiduría que día a día adquiría gracias a mis preciados “profes” y la seguridad y confianza que me embargaba cada vez que llegaba por las mañanas…
Mi último año de labor escolar. Tengo la sensación de que el tiempo ha pasado demasiado rápido y me da miedo, mucho miedo, que todo se acabe. No sé lo que el futuro me depara y me aterra enfrentarme a lo desconocido. ¿Qué pasa si me equivoco y el resultado de ello es inexorable? ¿Qué pasa si el mundo es más duro de lo que tantos adultos predican?
Todos estos pensamientos bombardean mi mente y en un intento de evadir las granadas empiezo a recordar los bellos momentos turquesas en el salón de clases, el estruendoso sonido de sus risas que alcanzaba a escuchar medio colegio y que a veces llegaba a ser molesto, pero a estas alturas recuerdo el sonido y me parece escuchar el canto de todo un coro de ángeles. Sonará exagerado pero es que de solo pensar en que no volveré a escuchar ese sonido con el cual estoy tan familiarizada, lo de “canto de ángeles” me parece poco… Nos queda tan poquísimo tiempo para separarnos, ponerle fin a una preciosísima etapa en nuestras vidas y tomar rumbos diferentes, para finalmente hacer una vida por nosotras mismas.
Cómo olvidar nuestras reuniones “para ponernos de acuerdo” en las que solo terminábamos con más dudas de la cuenta. ¡Increíble!...
Cuando nos aliábamos para hacer nuestras travesuras y entre otras cosas más importantes y productivas. ¡Siempre tan decididas!
¡Nuestras travesuras! ¡Nosotras sí que sabemos dejar huella! ¡Ja! ¡Nuestra mascota, la rata Rosarina! ¡Y los huevazos a las quinceañeras!... ¡Nos costaron serios castigos como, una B en la libreta o transcribir todo un libro completo! Todo esto me hace recordar cómo nos hacía refunfuñar Miss Libertad cada vez que decía “el éxito no llega por casualidad”… Cómo la echaré de menos…
Cómo olvidar a Georgette, que antes de las exposiciones se mataba diciendo que no sabía nada, pero gracias a su verbo florido le daba un toque fascinante a todo lo que exponía. ¡Ay esta Ioios! ¡Me causaba mucha gracia el solo mirarla!
Sofía, con sus ocurrencias y locuras llenaba de alegría y risotadas el salón.
Mi Sonia, con sus impresionantes respuestas a todo y sus fabulosas participaciones en los debates. ¡Lo sabe todo! Tan pequeña y tan sabia. ¡Estoy segura de que será la abogada más brillante del Perú!
¡Los profes! ¡Mis profes! Sus enriquecedoras enseñanzas y su sabiduría infinita. Respuestas a todas nuestras inquietudes. El blanco de nuestras bromas, comprendidas solo por nosotras. Los villanos de la película… Sentada aquí me doy cuenta que los voy a extrañar a morir. Es aquí, sentada frente a la máquina, en donde me percato de que los quiero más de lo que pensaba. Gracias por su paciencia, su perseverancia y por compartir esos momentos memorables con nosotras y por regalarnos un poquitín aunque sea de toooodo lo que saben. ¡Mis segundos padres y madres! ¡Son los mejores!
Ay mi promo Mary Kay Ash… ¿El mejor salón? ¡Pero por supuesto! Si en él hay talento, carisma, belleza e inteligencia de sobra. Cantantes, bailarinas, comediantes, diplomáticas, arquitectas, ingenieras, empresarias, defensoras de la ley, traductoras, doctoras, inteligentes, inseguras, risueñas, inmaduras, graciosas, tiernas, lloronas, delgadas, pequeñas, inquietas, traviesas, altas, gritonas, gruñonas, optimistas, perseverantes, pacientes, solidarias, hermosas, soñadoras… Todas, temerosas pero listas para romper el capullo y abrir las alas de una bella mariposa y volar tras nuestros sueños.
Gabriela Reátegui
Linda entrada Gabriela, como toda una Rosarina.
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