Existen muchas opiniones con respecto al gran cambio por el que todos pasamos, el terminar el colegio e ingresar a un nuevo mundo totalmente diferente y mucho más duro. La mayoría de padres tan solo piensa en que debemos ingresar con muy buenos puntajes, en que debemos elegir una carrera que nos de estabilidad económica en el futuro, en que debemos fortalecer nuestro carácter para poder enfrentarnos al despiadado mundo que espera ansioso acabar con nuestros jóvenes sueños, entre otras cosas. Sin embargo, realmente alguien se ha detenido a pensar en lo que este gigantesco paso representa para nosotros, acaso alguien ha dejado por un instante de darnos interminables sermones y se ha dedicado a escuchar todo lo que tenemos que decir, pues no, por ello considero que nosotros debemos tomar nuestras propias decisiones y no dejar que otros intervengan en nuestro futuro.
La percepción que los padres, y los adultos en general, tienen de este proceso es totalmente diferente al del joven que tiene que pasar por él. A un joven, el mundo le parece pequeño y domable, lo que lo lleva a construir todo un laberinto de sueños y fantasías que poco a poco mueren frente a la necesidad que nos crean los adultos de ser realistas. Esto justamente crea conformismo en aquel espíritu soñador que se marchita y pierde las ganas de volar, ocasionando que en el futuro se conviertan en profesionales mediocres. Para detallar mejor la contradicción entre la realidad impuesta y el ímpetu por alcanzar sueños, presentaré una pequeña historia:
Una vez, hace muchos años, nació un niño, que era sin duda el orgullo de su papá por ser su primer hijo varón. Conforme iba creciendo, iba descubriendo cosas que le gustaban, y todas apuntaban al arte, principalmente la actuación. Por supuesto su padre nunca permitió que siguiera ese sueño porque en su familia todos habían sido abogados respetados como él. Como era de suponer el niño creció con resentimiento hacia la persona que por "amor" lo estaba alejando de lo que siempre soñó, esta situación lo condujo a huir de casa y buscar la forma de alcanzar su gran ilusión; sin embargo, la suerte no le sonrió y el despiadado mundo al que se enfrentó sin armas acabó por destruir todas sus esperanzas y aspiraciones, lo que lo llevó a la desesperación y finalmente al suicidio. El padre nunca se lo perdonó, y aprendió la lección de la peor manera.
El relato presentado nos plantea una consecuencia extrema de las limitaciones que nos ponen las personas que nos rodean en su afán de “indicarnos” el camino correcto hacia el éxito.
Ante todo lo antes mencionado, concluyo que debemos ser nosotros, los jóvenes, los que tomemos las riendas de nuestro propio destino y no dejemos que las opiniones de terceros acaben con nuestros sueños. En este sentido exhorto a los adultos a que sean concientes del daño que causan por querer "guiar" a los jóvenes por el camino que supuestamente deben seguir, y que por el contrario permitan que estas metas e ilusiones se profundicen y que constituyan el incentivo para alcanzar un futuro prometedor.
Muy bueno, muchos padres creen que lo mejor para sus hijos es la carrera que ellos suponen que es correcta. Pero el verdadero exito esta en los sueños y metas que cada persona y en la disposicion que tienen para cumplirlas.
ResponderEliminarBuen Artículo Sonii (: